Para salir de dudas, el fraile investiga si en la tradición
cultural a la que él pertenece existen ideas equiparables a las que traduce de
Confucio , para ser más exactos, de la escuela confuciana, pues en numerosas
ocasiones fray Domingo cree estar traduciendo sentencias de Confucio cuando en
realidad está traduciendo comentarios de filósofos a las sentencias de
Confucio.
En otras ocasiones, el método de fray Domingo Fernández de
Navarrete apunta no tanto a trazar puentes ideológicos entre China y Europa, como
veíamos anteriormente, sino a comprobar si el pensamiento chino es aceptable
por los misioneros, por los cristianos en general. Para la segunda nos podemos
aprovechar de lo del I0 del Eccl. La primera proposicion es verdadera tambien
para nosotros, pero en muy diferente sentido, que la entiende en Chino.
En esta fase comparativa, intercultural incluso, fray
Domingo busca puntos de comparación en las Sagradas Escrituras cristianas, los
Padres de la Iglesia
y en otros pensadores que veremos más abajo para comprobar si la idea de
Confucio existía ya en la civilización cristiana occidental y, si era así, para
analizar qué grado de similitud había entre ambas ideas. Fray Domingo no se
limita nunca a traducir la frase en cuestión, sino que intenta ayudar en la
correcta interpretación cultural de lo traducido; intenta mostrar si lo
traducido, de alguna manera, ya existía en la cultura para la que estaba
traduciendo. Después de trazar una biografía en ocho estampas del filósofo y de
explicar que las obras de éste fueron hechas quemar por el emperador «Cin Xi
Hoang» (es decir, el conocido Qin shi huang, que reinó del 246 al 208 a . n. e., unificó China y
mandó modelar los ahora famosos soldados de terracota para su tumba), en lo que
se ha llamado «la quema universal de libros» que, en efecto, dicho emperador
llevó a cabo drásticamente por toda China, fray Domingo comienza con las
sentencias del filósofo.
Mientras que el Tratado III constituye una de las primeras
(si no la primera) traducción al español de las sentencias de Confucio y de su
escuela in extenso, el IV nos regala con una segunda versión del libro Ming Sin
Pao Kien Espejo precioso del alma, cúmulo de sentencias de una buena cantidad
de filósofos chinos de la antigüedad (siglos IX-II a. n. e.) que ya había
traducido fray Juan Cobo en 1593. Escrivense algunas sentencias Politicas, y
Morales del Filosofo Kung Fu Zu» y «Tratado IV. Del libro Ming, Sin, Pao, Kien,
esto es, espejo precioso del alma». Injustamente, fray Domingo no ha pasado a
la historia en calidad de traductor.
El autor debió de aprender acupuntura en Manila, pues los
misioneros que allá llegaban con la idea de evangelizar China solían estudiar
dicha lengua con los sangleyes, es decir, con los emigrantes chinos afincados
en Manila. Toda la armadura se encuentra montada sobre una base circular encima
de gigantes ruedas metálicas que permiten que la estructura gire en su
totalidad, la antena cuenta con potentes engranes que sirven para moverla en
altitud lo que nos permite observar todo el espacio celeste.